Anoche, en el espacio El Grillo —que presenta y dirige Gonzalo Castañeda en nuestro Grupo Multimedia—, el director del Servicio Canario de Salud, Adasat Goya, demostró algo que en política escasea: nobleza. Compareció para pedir disculpas públicas por lo ocurrido en la última Comisión de Sanidad del Parlamento de Canarias, donde el debate derivó en un enfrentamiento personal con el diputado Yoné Caraballo. Lo hizo sin rodeos, apelando a la altura política y al decoro que deben imperar en las instituciones. Goya pidió perdón a la sociedad canaria, consciente de que los espacios de soberanía popular no pueden convertirse en un ring de acusaciones ni en terapia improvisada de frustraciones personales.
Ese gesto —poco habitual en tiempos de arrogancia política— marca una diferencia. Porque mientras el director del SCS asumía públicamente su parte de responsabilidad, el supuesto ofendido se atrincheraba en el victimismo, intentando convertir una comisión sobre las listas de espera en un ajuste de cuentas emocional.
El populismo como disfraz
No es la primera vez que el diputado Caraballo, hoy representante de Nueva Canarias, adopta ese papel. Su intervención fue un ejemplo de sobreactuación y falta de respeto hacia la propia institución. Un discurso catastrofista y plagado de falsedades que, bajo una apariencia de sensibilidad, esconde la estrategia de siempre: el populismo como disfraz de la incoherencia.
Pero la hemeroteca, esa aliada de la verdad, no olvida. En abril de 2020, cuando Canarias vivía uno de los momentos más duros de la pandemia, el propio Caraballo se vio envuelto en una polémica con el gerente del Hospital Doctor José Molina Orosa, en Lanzarote. Según publicó Crónicas de Lanzarote (4 de abril de 2020), el gerente aclaró que el “caballero” del que hablaban estaba de baja laboral desde casi el principio de la crisis sanitaria. Y el propio Caraballo lo confirmó al día siguiente en su perfil público de Facebook:
“Mi situación actual de baja (…) se inició el 27 de marzo, por salud laboral, por estar en contacto con un paciente positivo sin ningún tipo de protección, siendo asmático crónico”.
Aquella admisión, escrita de su puño y letra, desmonta la escena que ahora intenta vender en sede parlamentaria: la del héroe en primera línea, mientras otros “veían Netflix”.
De las disculpas al doble rasero
La diferencia entre entonces y ahora es que, en 2020, nadie pidió la dimisión del gerente por hablar de un trabajador que se había convertido en personaje público; hoy, en cambio, los mismos que callaron entonces exigen la cabeza de Adasat Goya por “revelar secretos médicos”. Un doble rasero evidente y una amnesia selectiva que sólo sirve para alimentar el circo político.
Resulta paradójico que Caraballo, quien expuso públicamente su propio historial médico y laboral, acuse ahora a otros de divulgarlo. La contradicción es tan flagrante que convierte la “ofensa” en puro espectáculo.
Y, para más ironía, los mismos medios y partidos que hoy claman por la defensa de la intimidad guardaron silencio cuando, en 2021, se vivió un episodio similar que afectó a esta misma casa. En aquella ocasión, al conocerse que un pleno del Parlamento se suspendía por precaución sanitaria tras un positivo, algunos medios se apresuraron a publicar sin miramientos información sensible y de carácter personal sobre dos contertulios de El Grillo, identificándolos como “contactos estrechos” sin que ellos hubiesen hecho pública esa circunstancia.

La prudencia que entonces brilló por su ausencia es la que ahora exigen con indignación impostada. Los mismos que antes vulneraban la privacidad sin pudor son los que hoy compran el relato de Caraballo, no por ética, sino por entretener a los suyos.
Lo que realmente se discutía
La comisión en la que estalló este rifirrafe debía abordar un tema de fondo: el descenso en las listas de espera sanitarias. Sin embargo, el populismo y la teatralización lo desviaron todo hacia una polémica personal, eclipsando el trabajo real del Servicio Canario de Salud y de los profesionales que cada día intentan mejorar la atención a los pacientes.
El diputado Caraballo convirtió el foro parlamentario en un escenario para su propio drama, utilizando lo emocional como escudo ante la evidencia de sus contradicciones. Y en ese intento, lo único que logró fue desviar la atención de lo verdaderamente importante: la sanidad pública canaria y los resultados que sí existen y son verificables.
Conclusión: la mandíbula de cristal
La política, como la vida, exige coherencia. No se puede exigir respeto institucional y, al mismo tiempo, practicar el insulto y la manipulación. No se puede reclamar empatía mientras se banaliza la verdad. Y, sobre todo, no se puede ser juez y parte del propio relato.
El director del SCS, Adasat Goya, mostró altura moral al reconocer que el tono parlamentario debe cuidarse; el diputado Caraballo, en cambio, mostró fragilidad disfrazada de indignación. Quien presume de tener puño de hierro, pero demuestra mandíbula de cristal, no defiende a los canarios: se defiende a sí mismo.
Y la sociedad, que ya no compra relatos de mártires de laboratorio, merece una política donde el respeto y la memoria valgan más que los aplausos de un minuto.
NOTA (*): artículo de opinión de Dailos Cañizares, Director General del Grupo Multimedia de CANAL 4 TENERIFE.







